El estilo asociativo y posesivo de Míchel, acostumbrado a que los rivales jueguen según sus preferencias, se enfrentaba a un equipo que disfrutaba de las intercepciones, duelos y entradas, optando por defender compacto. El choque entre estos dos estilos opuestos desencadenaría una serie de batallas tácticas en busca de una victoria prestigiosa para ambos equipos.
El pronóstico era claro: un equipo atacaría casi todo el partido, mientras que el otro buscaría defenderse. Así transcurrió la primera parte. Ambos entrenadores no dudaron en desarrollar el partido practicando el estilo de fútbol que buscaban. Míchel buscó el balón a toda costa, y Baraja se lo concedió sin miramientos.
Aleix García y «Savinho», como es costumbre, lideraban todas las jugadas ofensivas del Girona. En el lado contrario, Mosquera y Paulista, con la estimable ayuda de un incansable Foulquier, resolvían todas las jugadas.
El único disparo a puerta de los primeros 45 minutos fue de Diego López. Este dato evidenció el impecable trabajo defensivo del Valencia, con Yarek disfrutando de su primera titularidad, logrando que el Girona no rematara a puerta en todo lo que va de temporada en el primer tiempo.
Los remates a puerta del Girona finalmente llegaron en los primeros diez minutos de la segunda mitad, con Aleix García realizando los primeros tiros; el primero desde fuera y el segundo obligando a Mamardashvili a realizar un auténtico paradón.
Pero el fútbol, como sabemos, tiene sus propias reglas. Justo cuando el Girona se acercaba más al gol, fue el Valencia quien finalmente lo logró. Hugo Duro, ese delantero «pesado» que constantemente se enfrenta a todos, aprovechó un error garrafal de David García para definir ante Gazzaniga con una vaselina sublime.
Los porteros fueron clave para mantener el marcador en 0-1. Gazzaniga despejó un golpeo ajustado de Foulquier, y seguidamente, Mamardashvili sacó en la línea de gol un remate de cabeza de Dobvyk. Sin embargo, tanto va el cántaro a la fuente que se acaba rompiendo. Mosquera, despistado en la marca personal, dejó solo a Stuani, quien empujó el balón placidamente para empatar el partido.
La misma pareja, Mosquera y Stuani, se volvió a reunir para darle la vuelta al marcador. Esta vez, Mosquera marcó en propia puerta, aunque Stuani lo celebró como si fuera suyo, fruto de la rabia por remontar un partido que les costó mucho. Savinho estuvo a punto de sentenciar el partido con el 3-1, pero el fuera de juego impidió lo que estaba siendo una fiesta en Montilivi.
La expresión de Baraja fue la misma que la de todos los aficionados del Valencia, tanto los presentes en el campo como los que lo veían desde lejos. El trabajo y la defensa del conjunto valencianista fueron dignos de elogio, poniendo en aprietos a un equipo que juega un fútbol maravilloso. Además, después de 15 jornadas, ya no se puede atribuir a la casualidad o fortuna. Este club parece estar tocado por una varita mágica y, por el bien del fútbol español, ojalá siga siendo bendecido de esta manera. Desde luego, Míchel y Baraja pueden estar orgullosos de sus jugadores a pesar del resultado negativo para el Valencia.
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