13 de mayo de 2012. Probablemente, estas líneas hablan del gol más épico de la historia moderna reciente del Rayo Vallecano. Un día como hoy hace 12 años, te levantaste de tu cama después de una larga noche, en la que el sufrimiento comió tus piernas, donde sólo que un balón entrara a la portería provocó que tú formaras parte de una de las invasiones de campo más míticas de los últimos tiempos del fútbol español. Tuvieras un desayuno con diamantes o fueras directo a comer el plato de pasta para espabilar de la resaca a las 16:00 de la tarde, en tu memoria quedará aquel gol de Raúl Tamudo en el minuto 91 de un Rayo 1-0 Granada.
El tiempo pasa, pero los objetivos del fútbol de barro no. Mañana, los de Íñigo Pérez buscarán finiquitar una permanencia como en aquella jornada 38 de transistores de la 2011/2012. Por factores del caprichoso destino, José Ramón Sandoval respirará el aura franjirroja desde el otro banquillo, pero su legado fue y será eterno. ¿Por qué? Porque si al Rayo actual le quieren alejar de las entrañas de su barrio, aquel se jugó no desaparecer. Tras un periplo de ocho años divididos en la extinta Segunda B y la categoría de plata, la Albufera volvió a teñirse de Primera División. La zurda de Piti, el carácter de Michu, el crecimiento de Diego Costa o un veterano curtido en mil batallas como José María Movilla, regalaron una gran temporada de fútbol vertical, aunque también de una sangría defensiva considerable. Coinciden tanto que, al igual que este, lamió la permanencia, pero con el paso de las jornadas, la soga del descenso le fue apretando, creando un miedo que nadie estaba dispuesto de afrontar. El elenco de Sandoval llegó a tener 13 puntos por encima de la zona roja en la fecha 28 del campeonato. «Vivir en Vallecas es todo un problema», decía el grupo de rock Topo en una de sus canciones más míticas. Y por ello, aunque parezca que el tiempo está tranquilo en el barrio más carismático de Madrid, las complicaciones siempre están presentes. 10 derrotas en las 13 fechas finales hicieron estallar los nervios como heridas en carne viva, como en muchas familias de Buenos Aires, Nueva Numancia, Portazgo o Puente de Vallecas. La crisis azotaba de manera letal en España. Latigazos que complicaron sus presentes, pero que también complicaron uno de los pocos desfogues de sus vidas: «Si el Rayo hubiera bajado, quizás no estaría ilusionado por el próximo centenario que vamos a vivir», dice un veterano del micrófono a un servidor.
Inspiración para el centenario
El próximo 29 de mayo, la franja cumple 100 años. Parece que no, pero los tiempos han cambiado y mucho. Con Instagram gestándose, muchos abandonando el barco de Tuenti o sin aplicaciones tan magistrales como Flashscore para seguir las jornadas unificadas. Aquella tarde-noche dominaron los cascos, las radios y unos futbolistas que intentaron engañar a otros mientras en la banda se daban partes informativos en medio de una guerra deportiva desde distintas ciudades. Getafe – Zaragoza y Villarreal – Atlético de Madrid marcaban los tecleos de la calculadora rayista. Los maños ganaron 0-2 y cerca de Castellón, el tigre Radamel Falcao anotaba en el minuto 87 dejando al Submarino Amarillo hundido. Curioso como el ariete cafetero fue el primer protagonista de la fiesta sin estarlo y mañana puede presenciar la misma desde el césped vallecano si disfruta de algún minuto. Ahora bien, el corazón rayista late porque el gol de la ansiada permanencia la haga el jugador que ayudó a la misma hace 12 años. Que gran forma de cerrar el círculo sería esta ilusión de una noche de primavera.
El delirio
Minuto 91, saque de esquina para el Rayo Vallecano. El colegiado añade tres minutos, pero Michu y otros compañeros del asturiano se dirigen a los jugadores del Granada para comentarles que el Atlético de Madrid estaba ganando por 0-2 (realmente era 0-1). Allan Nyom, ahora en el Leganés, agarra a un compañero para que dejara de escuchar las súplicas rayistas. Mientras, David Cobeño, el actual director deportivo, sube a rematar el córner. Mientras, en la televisión Carlos Martínez da la tensión necesaria a la vez que Undiano Mallenco presiente como árbitro que se puede liar muy parda. El conjunto nazarí despeja, falla en la ejecución de la contra y Piti realiza la enésima jugada individual con brillo de la temporada dejando roto a Mikel Rico. Un rechace parece el fin de la esperanza hasta que Michu golpea de cabeza, el balón da en el larguero y Raúl Tamudo, que entró en el minuto 75, empuja la pelota para desatar una invasión de campo que hizo temblar los cimientos del estadio. Sandoval lloraba hacia abajo de forma continua, tocándose de vez en cuando el pecho por la emoción del momento. De pisar por primera vez el descenso durante toda la campaña a salvarse del mismo en cuestión de cinco minutos fatídicos de unos de los finales más taquicárdicos que uno pueda recordar. Posiblemente, sea uno de los goles en fuera de juego más irrisorios de todos los tiempos. Siempre quedará la pregunta de: ¿Se hubiera anulado de no haberse producido el éxtasis por el orgasmo del gol de un deporte llamado fútbol? Sí, quizás para muchos fuera un desenlace injusto, como también que un equipo de barrio pasa por manos que intentan manchar su historia. Si bien ese gol no mereció subir al electrónico, el Rayo y su gente tampoco merecía desaparecer, donde llegó a entrar en un concurso de acreedores con una deuda de 60 millones de euros.
La afición rayista, que ya está organizando los actos de su centenario, tuvo un gran papel aquella noche. No pudieron ver ningún entrenamiento durante la semana, pero si vieron a los suyos en la previa del encuentro, dejando 88 mensajes para decorar el vestuario de los que estaban a punto de ser héroes. 88 años en ese momento, ahora 100…sería bonito repetir el ritual, así, como sugerencia. Para el recuerdo, queda la estampa de Michu en calzoncillos, Sandoval agarrando a un guardia pensando que es su hermano o a Piti con una peluca morada siendo elevado al cielo de Vallecas. En 2007 hubo el Tamudazo que definió una liga entre dos gigantes, pero el del 2012, es el Tamudazo de un barrio que siempre late por los suyos a pesar de que algunos quieran cargarse la esencia de un colectivo obrero que sólo quiere ver un fútbol distinto dentro de una globalidad estándar que adormece a los pobres. Aquel minuto 91 fue el del todos o ninguno, el de seguir viviendo o prepararse para el entierro de la franja más carismática del fútbol europeo. Por eso, mañana más que nunca, la afición del Rayo Vallecano debe ser la escuchada mientras alientan a unos protagonistas que tienen el objetivo en su mano contra un Granada, que esta vez sí, no se juega nada. El 15 de mayo, donde Madrid celebra los milagros de San Isidro Labrador en sus cosechas, un rincón de la capital quiere revivir el ‘San Tamudazo’ para firmar otro año en la máxima categoría del fútbol español. Hasta en esto se pone de acuerdo el destino: San Isidro brotaba agua de su vara mientras que la fiesta más famosa de uno de los barrios más grandes de Europa es la batalla naval, donde el agua es la protagonista. ¿Beberán ríos de alegrías provocadas por unas lágrimas de felicidad?