La sociedad confía cada vez más en una imagen o en un vídeo de 30 segundos. Las nuevas generaciones han trasladado a todas las presentes que todo se puede conseguir a través de un chasquido. Consecuencia de tantas décadas llenas de frustraciones para muchos, la búsqueda por conseguir el logro de una manera más rápida es un síntoma repetitivo que algún día habría que analizar estadísticamente cual es el final de las personas que plantean este tipo de escenarios.
En España, parece que se reniega de los orígenes humildes. Se aprecia más al que hereda una casa que al que la consigue tras 30 años partiéndose el lomo. Asimismo, se valora más al que sonríe siempre en su perfil de Instagram al que sube historias contando sus problemas. Una reflexión que se podría aplicar a la clase política. Todos se olvidan del barrio hasta que llega las elecciones. Ahí, los candidatos a representar la nación saben que el voto del obrero tiene más valor que cualquier otro, porque son las arterias que hacen posible el funcionamiento de una ciudad.
No hace ascos
Por suerte, en la España de Santi Denia, independientemente de que su planteamiento guste o no, siempre ha tenido la virtud de encasillar a todo actor en su libreto futbolístico. Sin llegar al sobresaliente, el entrenador que siempre alcanza finales ha sabido que hacer con Fermín López o donde ubicar a Álex Baena para evitar un debate de barra de bar. Todo ello, renunciando el protagonismo de emblemas de su etapa como Abel Ruiz, Sergio Gómez o Juan Miranda. Si, han brillado, pero no son parte de la portada que todo chaval o chavala de los 90 hubiera comprado en el quiosco.
Y ahí, en esos destellos del chaval del Linares que descubrió Xavi Hernández para su F.C Barcelona hace un año o de un Baena que se ha descubierto como jugador de equipo, entra en escena el chico de San Blas, Don Sergio Camello. El jugador del Rayo Vallecano, criado en la cantera del Atlético de Madrid, hizo acto de presencia en una final de infarto contra Francia. Uno de los cuatro descartes (bendito 18+4 que permitió inscribirlos para los Juegos Olímpicos), se ganó sus opciones en la derrota ante Egipto en la primera fase. España perdió, pero el delantero franjirrojo dio un recital de movimientos donde acabó siendo el jugador que más peligro creó en aquella cita.
Como los mejores
A lo Raúl González Blanco, de San Cristóbal de Los Ángeles. Como Fernando Torres en la Eurocopa del 2008, de Fuenlabrada (su ídolo). La vaselina de Camello recordó a las de los mejores delanteros españoles de todos los tiempos, con permiso de David Villa, no vaya ser que salga algún hater. En la prórroga, en el mejor momento de los anfitriones, con un Thierry Henry que ya se veía con el oro, ahí apareció la versión más rockera del atacante madrileño.
Porque, por alguna razón que no se sabe, al héroe de la tarde del 10 de agosto siempre se le ha tachado de cojo y de malo a la hora de marcar goles. Sólo los colchoneros, los jabatos del Mirandés, el club que confió en sus características, y el Rayo Vallecano, saben de lo que es capaz de hacer Sergio Camello. Santi Denia tuvo ese instinto para incluirlo en la lista de la final. Es más, como reconoció al final del partido, reconoció que el míster le había dicho que iba a marcar.
32 años después, el gol de Kiko Narváez en Barcelona 92 ya tiene prolongación. En el torneo de Fermín y Baena, un obrero demostró que, con trabajo y constancia, se puede dejar durante algunos segundos en segundo plano a la mejor pareja de la competición. El Rayo Vallecano, a ese club que le hicieron el amago de querer quitarle su estadio, lo defiende su goleador, aquel que reconoce: «Vallecas me recuerda a San Blas. Simplemente, porque aunque la gente tenga una semana de mierda, siempre están dispuesto a animarnos». Efectivamente, el barrio siempre pasará penurias, pero por un día, se baño de oro para dar un aviso: El éxito no llega sin sacrificio.
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