Crónica | Burgos CF 2-2 Granada CF: Una segunda parte revitaliza un encuentro aletargado

Lo que comenzó en silencio, explotó en caos tras el descanso. La primera parte, atascada, lenta y privada de emociones, fue solo la calma antes de la tormenta que trajo cuatro goles: dos para cada equipo. El Plantío, siempre incombustible, mantuvo su pulso incluso cuando el Granada se adelantó en dos ocasiones. Pero los blanquinegros, con carácter y determinación, igualaron el marcador cada vez que los nazaríes se ponían por delante.

El partido arrancó con un Burgos alentado por su afición, que marcó el ritmo en los primeros minutos. Sin embargo, el ímpetu inicial se fue diluyendo, y el encuentro cayó en una espiral de aburrimiento, donde las ideas y las emociones se desvanecían. Un Burgos sólido atrás pero inofensivo en ataque buscaba a Sancris con balones largos, sin conseguir inquietar la meta rival. Al otro lado, el Granada exhibía una defensa férrea pero con falta de creatividad en el ataque. Así transcurrió una primera mitad desangelada, apenas animada por la melodía constante del fondo sur de El Plantío.

Pero como si de un preludio se tratase, tras esa calma llegaría la tempestad. El vendaval de goles no tardó en arremolinarse sobre el césped. El Burgos salió con un ímpetu renovado, buscando el gol, pero un error defensivo permitió a Tsitaishvili adelantar al Granada con el 0-1 apenas cinco minutos después del reinicio. Con la ventaja, los nazaríes se crecieron y rozaron el segundo, pero la grada, volcada con su equipo, avivó la reacción blanquinegra. David González, con gran precisión, lanzó una falta directa a la cabeza de Aitor Córdoba, quien dejó el balón servido para que Lisandro López, con alma y fe, lo enviara al fondo de la red. El 1-1 devolvió el delirio a un estadio hambriento de remontada.

El Granada, lejos de acobardarse, se aprovechó del frenesí y, en una combinación deslumbrante, Manu Trigueros culminó el segundo gol nazarí tras un error en la entrega de Espiau. Pero si algo caracteriza a este Burgos es su tenacidad. El ruido no era solo en las gradas; en el campo, los blanquinegros se lanzaron al ataque con una fuerza revitalizada. Sancris, siempre presente, envió un centro que Mariño rechazó con dificultad, solo para que Borja Sánchez, oportuno y astuto, lo elevara con sutileza sobre el portero, empatando el partido.

El Plantío se transformó entonces en una fiesta sin tregua, tanto en las gradas como en el césped. El balón, incansable, viajaba de un área a otra, en un juego frenético donde cada equipo tuvo sus oportunidades para desnivelar la balanza. Pero la fortuna, caprichosa, decidió que el empate sería el destino final de este duelo.

Así, toda la energía acumulada en un partido que empezó adormecido estalló en una segunda mitad huracanada de goles, cánticos, pitidos, celebraciones y decepciones. Un empate que dejó un punto para cada equipo, pero emociones a raudales para quienes lo presenciaron. El Granada, ilusionante bajo la dirección de su nuevo técnico, y el Burgos, que, a pesar de la ausencia de su líder Curro Sánchez, sigue mostrando que su buena racha no es flor de un día. El Plantío, tras una primera parte en letargo, despertó con los goles que asediaron las porterías, y lo que parecía una tarde gris acabó en una épica de fútbol.