Inesperado. Así se puede definir el planteamiento, la imagen y el sentido táctico del Rayo Vallecano en Balaídos. Sí, se venía de ganar al Real Betis, pero el Celta venía de practicar un fútbol colosal en el Sánchez Pizjuán. Además, durante el Viernes Santo, 7.000 aficionados celestes se congregaron en el entrenamiento para apoyar a los suyos. Por suerte, la borrasca Nelson no hizo acto de presencia en el partido. No hay que olvidar que Vigo ha sido una de las ciudades más afectadas por este fenómeno atmosférico. Iñigo Pérez realizó su mejor partido como técnico rayista. Supo anular al rival desde la presión, tanto en bloque alto como medio. Las figuras ofensivas del Celta se quedaron paralizadas y el fútbol total de Giráldez no fluía.
Aridane se queda atrás
La pareja Abdul Mumin y Pathé Ciss funcionó. De hecho, este último realizó un marcaje a Iago Aspas que llegó a desesperar al capitán del Celta. Además, el Rayo empezó a tener acercamientos peligrosos. Eso sí y como de costumbre, con poco peligro. Isi estuvo un poco fallón, pero sin dudas, fue el enlace que conectó con el resto de sus compañeros. La mala noticia fue Álvaro García, que volvió a romperse. Mientras, el Celta intentaba salir, pero al superar el triángulo ofensivo rayista, Unai López y Óscar Valentín saltaban al bloque medio como dos tirantes donde anularon a Hugo Sotelo y al ex Fran Beltrán.
Otra actuación discutida
En la segunda mitad, el Celta dio un paso adelante, pero siguió estrellándose con un Rayo que estuvo firme, sereno y serio. Ahora bien, a falta de 20 minutos todo cambio. Renato Tapia (entró en el descanso) y Jailson aportaron músculo junto a un Carles Pérez que se mostró inspirado. De hecho, el fichaje invernal pedido por Rafa Benítez marcó el gol en una jugada a balón parado, pero Hernández Hernández inválido el tanto precipitándose con el silbato. ¿El motivo? Una supuesta falta que no influía en el salto limpio de Jailson sobre Ivan Balliu. El VAR no podía entrar y, una vez más, se sumaba otro capítulo en la relación Celta-colectivo arbitral donde el CTA tendrá que dar explicaciones.
La fórmula fue encontrada: centros laterales al área de un Rayo que le empezaron a temblar las piernas. Dos palos, lamentos en la afición local y un posible penalti a Iago Aspas que le llevó a la incredulidad. Por las sensaciones, los de Íñigo Pérez salieron ganando. Si se analiza a combate de boxeo, el Celta mereció dar el golpe definitivo. En una jornada donde todos los de abajo han sumado (exceptuando los dos sentenciados). Pacto de puntos, pero habría que saber cuál sería el destino de no ser por el arbitraje de Hernández Hernández.